jueves, 4 de octubre de 2012

Los dioses


Para mí los dioses, cual sea, de cualquier religión, son un mismo dios. Al referirme yo a "dios" no me refiero siempre a una presencia humanoide suprema y omnipotente, para mí un dios puede tomar muchas formas, o no tomar ninguna forma. Un dios es lo que en cierto momento te hace sentir hijo de él, como si ese dios fuera tu origen, y para mí los dioses han sido muchísimos: los dioses de la wicca, el amor, el azar, la vida, incluso las matemáticas. Pueden ser dioses "inventados" (todos son inventados, pero espero se entienda a lo que me refiero) como los siete de Canción de hielo y fuego, que en lo personal me gustan muchísimo. No importa cuál sea su origen, lo importante es que te hagan sentido. Los dioses se presentan de distintas maneras dependiendo del momento, de cómo te sientas, de en qué te estés concentrando. Entonces es cuando esa idea te envuelve, y a veces es por sólo un momento, pero la sensación de sentirte hijo de esa idea es profunda, infinita. Para mí eso es un dios, y no lo veo como algo místico, inexplicable o sobrenatural. Un dios para mí no debe ser inalcanzable, mucho menos se debe temerle. Un dios que se pueda ver y tocar, que se pueda entender de alguna manera, es un dios que sirve, un dios del que puedes aprender, un dios que te puede llevar a ser una mejor persona.

Ahora, esos chispazos de sentir que dios es las matemáticas, por ejemplo, no es que me pase siempre ni todos los días. Son momentos, instantes. En mi día a día mi dios es la Diosa, la misma diosa de la wicca. Esto porque la idea de una diosa mujer me fascina, me hace sentir en paz. De ninguna manera creo que en alguna dimensión desconocida exista una mujer que sea la Diosa; ni creo que la Tierra sea un organismo consciente y que ella sea la Diosa; mucho menos creo en que la Diosa sea la luna, sé que es una roca que da vueltas alrededor de la Tierra por la gravedad que ejerce el planeta sobre ella. Aún así, me hace feliz el representar en sus fases los ciclos de la vida, sobretodo los de la mujer. Me gusta, me divierte, me hace sentir bien. Me gusta contar Su historia junto con la del Dios en la rueda del año. Me gusta porque puedo ver una faceta mítica y otra real dentro de una misma religión. Así entonces, no creo traicionarla ni ofenderla cuando pienso en Ella en su faceta de vida, o en su faceta de azar, o en su faceta de amor. Porque la Diosa no existe, y a la vez sí existe. Tal vez esa sea la verdadera omnipotencia: existir y no existir; reinar en el todo, y también en la nada.

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